Visita al Monasterio de San Jerónimo de la Murtra tras los rastros de Colón


Hace siete años, en el 2009,  mi esposa Carmencita y yo fuimos a visitar a nuestra hija Daniela quien reside en Barcelona quien siempre se esmera en llevarnos a conocer museos, iglesias, obras de teatro, exposiciones de arte y sitios de interés de la ciudad.
En esa ocasión nos programó una visita al monasterio de San Jerónimo de la Murtra (Sant Jeroni de la Murtra en catalán) porque fue allí, en abril de 1493, donde los reyes católicos  recibieron en audiencia a Cristoforo Colombo después de su regreso del primer viaje para que les viniera a relatar los pormenores de su viaje a las Indias.
La palabra "murtra" viene del catalán  y es el nombre que se le da a la planta del mirto.
El monasterio está ubicado en el municipio de Badalona, localidad cercana a Barcelona y se llega a él en el tren que parte de la estación de Sants o el Clot para después, en la estación de Badalona, tomar un bus que nos acercó al bosque desde donde se va a pie hasta llegar a esta antigua edificación que fue construida en el siglo XV y que perteneció a la orden de los jerónimos.
Apenas llegamos nos encontramos con un gran portón de madera; tocamos la campanilla y al poco tiempo nos abrió un simpático y amable seminarista mexicano quien desde ese momento en adelante se convirtió en nuestro inseparable guía.
Empezó por contarnos cuando y como se construyó esta reliquia de estilo gótico mientras hacíamos un pausado recorrido por el sistema defensivo, el refectorio, la cocina, el claustro, la sala capitular con el escudo de los reyes católicos esculpido en el techo de la bóveda y las ruinas de la iglesia donde se efectuó el encuentro de los monarcas con el navegante genovés.

El lugar esta lleno de una energía muy particular la cual se percibe a través de unos jardines donde se encuentran plantados viejos arboles  de mirto y arrayán; el guía alcanzó a mostrarnos en el suelo, de forma rectangular, unas cuantas filas de ladrillos, las bases de las columnas que sostenían la nave central y unos arcos bajo los cuales pudimos observar los restos de lo que fue el altar principal de la iglesia.
Nos relató como, en Barcelona, el viernes 7 de diciembre de 1492 el rey Fernando de Aragón sufrió un atentado realizado por un catalán llamado Juan de Cañamares quien armado de una afilada espada atacó al soberano cuando descendía las escalinatas del Palacio Mayor frente a la conocida Plaza del Rey.
Allí, Fernando el católico acostumbraba a reunirse con voceros del pueblo para escuchar sus quejas y peticiones y fue cuando este desequilibrado le asestó un golpe que le rozo la oreja izquierda y terminó produciéndole una profunda herida en el cuello. Después de que el atacante fue detenido el rey subió a sus habitaciones donde fue atendido por los cirujanos del palacio que le informaron que se había salvado milagrosamente pues el filo de la espada se había detenido a pocos centímetros de la arteria.
El rey permaneció unos días en Barcelona recuperándose de su herida y en vista de que su mejoría avanzaba con mucha lentitud le fue recomendado trasladarse al monasterio de San Jerónimo donde encontraría un clima mas benévolo.
Hasta aquí vino Fernando de Aragón con su esposa la reina Isabel de Castilla y a este lugar fue citado Colombo cuando los reyes lo recibieron en audiencia en abril de 1493. En el viaje de regreso después del descubrimiento de América el genovés llegó primero a Palos de la Frontera el 23 de marzo de 1493, de allí paso a Sevilla en donde permaneció entre el 31 de marzo y el 10 de abril esperando que los reyes le informaran cuando lo podían recibir noticia que le fue confirmada para los últimos días de abril.
Para esa fecha Colombo se vistio de gala y se dirigió al Monasterio acompañado con Juan Niño, piloto de una de las carabelas, con seis indios, un lote de papagayos, un cofre cargado de collares elaborados por los indios con pedrerías y huesos de pescado ademas de cinturones  hechos con figuras de oro.
El día domingo se ofició una solemne misa con la presencia de gente de la nobleza y aquí surgió otra anécdota recordada por nuestro incansable guía: como los integrantes de la comunidad jerónima habían hecho votos de pobreza se presentó un problema que dieron a conocer alarmadas las monjas encargadas de los oficios del monasterio. Angustiadas contaron que para tan especial acontecimiento los padres que iban a celebrar la misa carecían de las casullas y los ornamentos apropiados para tal celebración.
La noticia llego a oídos de la reina Isabel quien de inmediato escogió el mejor vestido de su guardarropa y lo envió a la superiora de las monjas para que con él se confeccionaran las casullas necesarias. Un gesto de nobleza inesperado.
La visita nuestra finalizó con un apretón de manos y un agradecimiento sincero a ese seminarista que nos hizo disfrutar de una jornada inolvidable, el cual, cerró con broche de oro nuestro paseo llevándonos en vehículo a la estación de tren de Badalona.


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