Relatos de italianos en Colombia

Para mantenernos en el justo medio, podemos decir entonces que los sicilianos inventaron los vermicelli y los tipos de las pasta elaboradas con trigo, mientras que las pastas fabricadas con harinas alternativas nos llegaron del Extremo Oriente. Sin importar quienes sean los que las hayan inventado estaremos todos de acuerdo en que se trató de un invento genial y delicioso, merecedor de nuestro respeto. Cuando los árabes se fueron de Sicilia llegaron los normandos e inmediatamente después, los suevos que eran unos nuevos invasores que le impusieron gravosos impuestos a los pobladores de la isla, lo que condujo a la miseria a la economía siciliana. Los bosques fueron deforestados, los pozos artesianos abandonados a su suerte, el agua empezó a faltar y ya que el trigo necesita de este vital líquido, los cultivos de este cereal fueron desplazados hacia el norte buscando las fértiles llanuras bañadas por el Po. Alrededor de este gran río surgieron entonces los molinos y con ello

Desde hace siglos ha sido aceptada la noticia de que la pasta fue traída desde la China a Italia por el viajero y explorador veneciano Marco Polo cuando regresó a Venecia en el año 1295, en compañía de su padre Niccoló y de su tío Maffeo con quienes había pasado 23 años en el Extremo Oriente en la corte mongólica del Kublai Kan. Justamente sobre este tema, la editorial Del Drago de Milano, publicó en 1991 un libro titulado "Il cuoco in casa" del cual he traducido un breve relato histórico que aparece en las páginas 4 y 5 escrito por el consultor gastronómico Luciano Imbriani, que sin duda alguna, aportará nuevas luces al tema del origen de la pasta, mostrándonos otra interesante versión. El relato empieza así:  "Hubo una época en que la frase "SE DEBE COMER PASTA TODO EL AÑO" se escuchaba decir como una sugerencia recurrente; ello ocurría en los tiempos en los que la bella Sicilia estaba atravesada por ríos navegables y bosques inmensos, en los q

El objetivo de nuestro paseo no se detuvo en ningún momento: la expedición debía continuar.  Se alquilaron dos camperos trepamontañas que no eran cosa distinta a un Jeep que había sido modificado, instalándole en la parte posterior un platón de estacas de madera que servía  para el transporte de mercancías y pasajeros y allí nos acomodamos de la mejor manera posible. En estos precarios vehículos iniciamos nuestro ascenso por una carretera destapada que serpenteaba temerariamente entre curvas estrechas, bordeando unos abismos impresionantes después de los cuales se llegaba a un discreto poblado de unas 60 casas de bahreque con armazón de caña brava y techos de paja, un recinto amurallado por un compacto cercado de piedras. Este apacible y silencioso lugar se encuentra a unos 25 kilómetros de Pueblo Bello y tiene un lindo nombre: Nabusímake. Por unos escalones de piedra ingresamos al recinto habitacional y pudimos socializar un rato con los amables pobladores de estas casas q