Primera, segunda y tercera clase en los barcos transatlánticos (segunda parte)


Las grandes compañías navieras se sostenían gracias a la venta de tiquetes adquiridos por los emigrantes que viajaban preferencialmente en segunda y tercera clase que eran los que ocupaban la mayor parte de la capacidad del barco.
Los tiquetes de primera clase costaban más dinero pero eran los que se vendían en menor proporción; estos eran los que menos beneficio económico le reportaban a las navieras. En muchos barcos los pasajeron de primera clase apenas ocupaban entre un 12 y un 20% de la capacidad de la nave.
La explicación de este comportamiento era muy sencilla: los inmigrantes que viajaban en segunda y tercera clase se movilizaban durante todo el año de acuerdo a sus escasas posibilidades económicas mientras que los de primera clase se embarcaban por placer, escogiendo casi siempre los meses mas cálidos del año.
Sino hubiera sido por los pasajeros de segunda y tercera clase que compraban los tiquetes de menor costo estos barcos nunca hubieran sido sostenibles económicamente.
Un claro ejemplo de esta situacion lo vemos reflejado en la forma en que estaban distribuidos los pasajeros del vapor GIULIO CESARE de la compañía NGI, Navigazione Generale Italiana durante uno de sus viajes realizado en 1920 entre Napoli y Buenos Aires: en primera clase viajaban 256 pasajeros, en la segunda, 306 y en la tercera, 1800.
Un billete en primera clase costaba 800 libras esterlinas mientras que por uno de tercera se pagaban solo 8 libras (el cambio vigente en 1899 era de 250 liras italianas por 10 libras). El trayecto entre Napoli y Buenos Aires se realizaba en promedio entre 16 o 17 días y se promocionaba en los medios informativos ofreciendo comida sana y abundante además de alojamiento e instalaciones sanitarias adecuadas, todo lo cual era controlado en forma rigurosa por los llamados "Comisarios Gubernamentales" que el Estado embarcaba en cada buque para la protección de sus connacionales.

Los reglamentos del barco, que se debian cumplir estrictamente, establecían que los pasajeros que viajaban en segunda y tercera clase, hombres y mujeres, solteros o casados, debían, al llegar la noche, dormir separadamente: los hombres en camas ubicadas en la proa del barco y las mujeres con los niños en la popa. Durante el día las familias se encontraban en la cubierta del barco donde permanecían reunidos.

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