La esclavitud indígena en tiempos de la Conquista española en América (Parte 6)

Fueron controversiales las posturas adoptadas por los conquistadores españoles de frente al trato que se le debía dar a los recién descubiertos habitantes del continente americano, un nuevo fenotipo completamente desconocido en el mundo europeo: un ejemplar humano con una estatura promedio diferente, con un color de piel distinto, carente de barba y bigote, que, en la mayoria de los casos, no usaba alfabeto ni escritura alguna, no poseedores de propiedades materiales, vestidos únicamente con un pedacito de tela, un taparrabo, con el cual se cubrían escasamente sus partes íntimas. Vivían en amplias malocas comunitarias, dormían en hamacas que colgaban entres dos palos, fumaban unos extraños atados de hojas secas y enrolladas que los hacían expedir grandes bocanadas de humo. Y lo mas raro de todo, no poseían armas de metal.

Ante este inesperado escenario, completamente alejado de cuanto habían leído sobre los seres humanos que habitaban en Asia, se debía tratar de establecer con claridad los patrones de comportamiento que se tenían que adoptar de ahora en adelante.

Cabe recordar que el Almirante Colón estaba convencido de haber llegado al continente asiático, que las tierras que había encontrado en este primer viaje descubridor no eran otras que las de Japón, China y la India. Por eso, en ese momento, a sus pobladores los llamaron indios. Cuando después se supo lo que había ocurrido en realidad los empezaron a llamar indígenas.

Hubo muchas discusiones sobre si los indios eran seres humanos con alma o sin ella; resultaba evidente para los conquistadores que estos individuos practicaban el paganismo y por lo tanto, siguiendo las directrices trazadas por los católicos monarcas, había que convertirlos en cristianos, bautizarlos y obligarlos a comportarse como creyentes e hijos de Dios, de acuerdo con las doctrinas dictadas por la iglesia católica: a estos pobladores del Nuevo Mundo no se le podía permitir que continuaran realizando los ritos de los sacrificios humanos y mucho menos con la práctica del canibalismo, concluyeron.
Sólo en Tenochtitlán se realizaban anualmente más de 20.000 sacrificios humanos. En 1521, tras la conquista de la ciudad por Hernán Cortés, se encontraron 140.000 cabezas humanas amontonadas en un pila de ofrendas.

No podemos perder de vista que una de las razones para justificar estos viajes descubridores era la de expandir la fe cristiana. Cuando el navegante genovés se reunió en Alcalá de Henares con los reyes de Castilla y Aragón para presentarles el proyecto del viaje hizo énfasis en ese aspecto al expresar claramente: "y se perdían tantos pueblos cayendo en idolatría y recibiendo en sí sectas de perdición, y Vuestras Altezas, como católicos cristianos, pensaron en enviarme a mi, Cristóbal Colón, a las dichas partidas de India, para la conversión de ellas a nuestra santa fe".

En el primer viaje ningún clérigo formó parte de la tripulación pero de ahí en adelante en todas las siguientes expediciones era obligatorio incluir entre los participantes  a uno o varios miembros de las comunidades religiosas que se encargarían de cumplir con el mandato propuesto. Formaron parte de ese gran ejército evangelizador sacerdotes jerónimos, franciscanos, dominicos y benedictinos.
A pesar de emprender estos viajes amparados con los aparentes fines altruistas los conquistadores bien pronto desenmascararon sus otras intenciones. Se hizo evidente que lo que realmente les interesaba era el sometimiento de los pobladores de las tierras conquistadas, la acumulación de riquezas mediante la consecución de metales preciosos, como el oro y la plata y el tráfico de seres humanos imponiendo la práctica de la esclavitud, primero a los indígenas y posteriormente a los negros africanos.
Ante esta situación, muy pronto, se empezaron a implantar medidas destinadas a frenar los desmanes que ya habían sobrepasado los límites de la cordura y la compasión cristiana.
La reina Isabel, como defensora del "derecho de gentes" que propugnaba por la libertad de los indios, firmó una Real Provisión fechada en Sevilla el 20 de junio de 1500, decretando que era ilícito el tráfico de seres humanos. Aunque la reina había prohibido la esclavitud, la mayoría de los colonos, amparándose en las encomiendas que les habían sido concedidas o que, en muchos casos, habían sido compradas, se abrogaron abusivamente toda clase de privilegios para torcer a su gusto las leyes que llegaban de España y obligar a los indios a realizar trabajos forzados.
No fue posible detener a generaciones de encomenderos y a poseedores de reparticiones quienes esclavizaron a los pobladores nativos violando todas las prohibiciones existentes. Una vez más, la ley se recibía pero no se cumplía.
Vale la pena mencionar un hecho que merece subrayarse y que, posiblemente para algunos, haya pasado desapercibido: en su segundo viaje, Colón permaneció dos años navegando y explorando las tierras recién descubiertas. Fue un verdadero infierno pues él siempre se quejó que los caballeros hispanos que participaron en ese viaje, que eran mas de 1500 personas, se convirtieron en una población desafiante, beligerante e ingobernable. La mayoria de esos hidalgos no eran más que aventureros que se habían embarcado con una intenciones muy concretas: buscaban ir tras el oro americano, hacer fácil y rápida fortuna, lo que el Almirante, - ahora también Virrey y Gobernador - Colón trató de frenar imponiendo severas medidas de control en la isla La Española, las cuales fueron rechazadas con amenazantes actos de desobediencia y confrontación para claramente recordarle al genovés que no se iban a "dejar mandar por un extranjero" recién aparecido. Ellos fueron los que se encargaron de sembrar las primeras semillas de la indisciplina y la subversión lo que al cabo de poco tiempo, condujo al maltrato de las poblaciones indígenas que fueron indiscriminadamente sometidas a toda clase de trabajos forzados.

La esclavitud ya existía en la América precolombina pues era ancestralmente practicada por muchas culturas indígenas que tras la captura de sus enemigos, después de su derrota, eran conducidos a los sitios en donde eran obligados a cumplir con labores inhumanas. Esta atroz costumbre se generalizó con la llegada de los españoles y fue emulada por ingleses, portugueses, holandeses y alemanes que convirtieron el tráfico masivo de seres humanos en un lucrativo negocio que implicó la pérdida de la libertad para alrededor de 14 millones de personas. La esclavización de la población nativa, llevada a cabo en América por los colonizadores europeos, no encajaba con las leyes promulgadas por la monarquía hispánica, lo cual, desde sus inicios, causó continuas controversias jurídicas.

El 27 de diciembre de 1512, doña Juana I de Castilla - la Loca - y su padre el rey Fernando de Aragón, firmaron las "Ordenanzas reales para el buen regimiento y tratamiento de los indios", una serie de normas que fueron consideradas como la declaración más completa relativa a "la concepción de la corona hispánica sobre la relación ideal entre los indios y sus señores españoles". Varias campañas en favor de los indígenas americanos fueron emprendidas por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros quien como ejecutor de las llamadas leyes de Burgos, expedidas en 1512 y 1513, puso en vigencia las disposiciones que se debían implantar para el buen trato de los indios. Estas medidas estaban encaminadas a regular las relaciones de los encomenderos con los nativos, algo difícil de conciliar. Recordemos que, entre toda esta maraña de intrigas, para ser escogido como encomendero, los colonizadores acostumbraban a inflar y exagerar los datos relativos a la cantidad de pobladores indígenas que había en cada región, con el fin de obtener una "merced real" que redundara en su nombramiento.
No tardaron en alzarse algunas voces contra el excesivo maltrato inferido a los indios como es el caso de los frailes dominicos fray Bartolome de las Casas y fray Antonio de Montesinos.
En el año 1550 se realizó en Valladolid una Junta de expertos para examinar el trato que se debía dar a los nativos americanos y como argumento central enfrentó las dos formas de concebir la conquista de América: por un lado y actuando como defensor de los derechos de los indios se erigió fray Bartolome de las Casas; como contraparte, levantó su voz otro fraile, Juan Ginés de Sepúlveda quien sostenía que los españoles, en el desempeñó de su oficio de conquistadores, podían emplear justamente su dominio sobre los indios conquistados en la forma que consideraran más conveniente habida cuenta de que estos eran seres naturalmente inferiores. En esta disputa no se produjo una resolución final concluyente ya que ambos protagonistas se consideraron vencedores.
El padre de las Casas, en un libro que escribió titulado "Brevísima historia de la destrucción de las Indias", publicado en Sevilla en 1552, le dice al príncipe Felipe II que "sus funciones como monarca le obligan a ocuparse de todos sus súbditos, entre quienes se encuentran los indígenas americanos".
Este libro alcanzó a editarse en cuatro ocasiones: primero en Sevilla y luego en Barcelona, Londres y Bogotá. No fue suficiente que, a mediados del siglo XVII, la monarquía española adelantara una campaña dentro de su vasto imperio para liberar a todos los esclavos indígenas; a pesar de este esfuerzo, la esclavitud, en todas sus formas, persistió. Este tema se siguió discutiendo, por parte de teólogos y juristas, durante el transcurso de más de quinientos años sin resultados definitivos en ninguno de los cinco continentes.

Retrato de Fray Bartolomé de las Casas tomado de Wikipedia. 
(continuará)

#RobertoVioli #RobertoVioliInvestigadorHistorico #EntreDosMundos #CristobalColon #CristoforoColombo #DescubrimientoDeAmerica #America #Indigenas #Genocidio #Conquista #España #SigloXVI 

Entradas más populares de este blog

La muerte de papa Inocencio VIII y los misterios de su tumba

Los cuatro viajes de Cristóbal Colón y su fallecimiento

El final de dos barcos durante la segunda guerra mundial: Virgilio y Sesostris