Homenaje a mi entrañable amigo Italo Mennuto: il Centro Italiano de Barranquilla (Parte 2)

Con la llegada de este otro inolvidable amigo llamado Vincenzo Russo, nacido en Lentiscosa, provincia de Salerno (Campania), las cosas adquirieron una dimensión diferente: se empezó a poner en marcha un complejo plan para realizar los objetivos que se habían trazado. Los herederos de la familia de Generoso Mancini donaron un maravilloso lote de terreno de 8.000 metros cuadrados para construir allí el proyecto que albergaría al Centro Italiano de Barranquilla, edificio que estaría dotado con unas modernas instalaciones propias de la época, así que Italo y yo, a bordo de un viejo jeep Willys de color verde, salimos a vender las acciones que los potenciales socios debían adquirir.
Esto me hizo recordar que, muchos italianos que no nos conocían, empezaran a preguntar entre sus relacionados: "¿Quiénes son este par de desconocidos desocupados que están vendiendo unas acciones dizque para construír un club social en un terreno que no sabemos ni siquiera donde queda?".
¡Estábamos metidos hasta la cabeza para sacar adelante esta quijotesca empresa! Concretar este sueño me costó la pérdida de un año de mi carrera de Ingeniero Químico que en vez de cumplirla en 5 años la debí completar en 6 sumado a las jaladas de orejas de mi familia. ¡Pero nosotros teníamos muy claro que todo ese esfuerzo valía la pena!
Con el tiempo, seguimos avanzando para consolidar los objetivos propuestos. La construcción se hizo en la calle 85 con carrera 64 en un terreno que se despejó a punta de machete: la primera piedra se ubicó con su respectivo pergamino, el 8 de junio de 1958, en un emotivo acto presidido por la sra. Rita Alzamora viuda de Mancini. El lote de terreno fue bendecido por un gran e incondicional amigo de la colectividad italiana, el padre Alfredo de Totana, párroco de la iglesia del Rosario.
Las primeras reuniones de la Asamblea General de Socios se hicieron en el radioteatro de la emisora radial "La Voz de la Patria" cedido desinteresadamente por sus propietarios Clemente Vassallo Manfroni e hijos. Las convocatorias se hicieron a nombre de una célebre entidad anónima que llamamos "Il Comitato Promotore".
Al fin de cuentas logramos convencer a 220 socios accionistas italianos y más adelante a 80 socios no italianos que pasaron a llamarse "Asistentes" quienes conformaron el listado completo original de miembros asociados.
La construcción se llevo a cabo basada en los planos del arquitecto Vittorio Magagna y en los cálculos estructurales del ingeniero Giorgio Moro, ambos reconocidos profesionales de la ciudad que no solicitaron ni un solo centavo por sus servicios.

La sociedad anónima empezó a regirse por unos Estatutos y unos Reglamentos que tanto Italo como yo redactamos con el soporte profesional del destacado abogado doctor Santiago Zúñiga, quien, para tal efecto, colaboró también en forma eficiente y desinteresada.
Fue una labor ardua y agotadora en la cual invertimos muchas noches plagadas de continuas controversias e intercambio de opiniones.


El 21 de enero de 1958, mediante oficio No. 5/325, la Superintendencia de Sociedades Anónimas dio su aprobación al proyecto de Estatutos Constitutivos. Los mismos fueron elevados a escritura pública, con el No. 213, el 10 de febrero de 1958, en la Notaria Cuarta de Barranquilla. En esa fecha hicimos presencia, como testigos ante el secretario de la Notaria, el cónsul Achille Di Napoli, Emilio Volpe, Vincenzo Russo, Franco Barletta, Italo Mennuto y yo. ¡Fue muy emocionante!
Finalmente, el Centro fue inaugurado con la presencia de la colectividad italiana durante un cocktail ofrecido en la sede social, el 20 de enero de 1960,... !parece mentira, hace ya sesenta años!

En unas vacaciones del verano de 1959, Italo había viajado con su padre a visitar a sus familiares que residían en Padula: estuvieron en varias ciudades disfrutando de la gastronomía italiana y de todas las cosas bellas que emanaban de su arquitectura, de su ingeniería, de sus manifestaciones artísticas y de las costumbres ancestrales del pueblo italiano. Este viaje lo marcó para siempre porque además de tocarle el alma le dejó una impronta indeleble en su carácter lo que lo convirtió en un incondicional patriota que abrazó a Italia como su insustituible país de adopción. Italo sempre é stato un italiano vero!

(Continuará)

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