Paseo a la Sierra Nevada de Santa Marta junto a buenos amigos (Parte 3): crónicas para recordar en días de cuarentena



Al llegar a Valencia de Jesús debíamos tomar un desvío a mano izquierda para iniciar el anunciado ascenso a Pueblo Bello, lugar donde íbamos a estar hospedados, pero atendiendo a una rápida encuesta que se desarrolló al interior del bus, decidimos llegar primero a Valledupar, situado a unos kilómetros más adelante.
En la capital del Cesar, estacionamos nuestro bus a un costado de la plaza principal y nos encaminamos a un bien surtido almacén de víveres lleno de comestibles de contrabando provenientes de la vecina Venezuela.
Habíamos planeado visitar también en san Sebastián de Rábago, una misión de padres capuchinos italianos y españoles que se habían radicado allí con fines evangelizadores y nos pareció una buena idea darles la sorpresa y preparar un "pranzo all'italiana" cuando los fuéramos a visitar días más adelante.
En el almacén de Valledupar hicimos una buena compra: nos aprovisionamos de pasta "Barilla", vino "Chianti Ruffino", pasta de tomate "Cirio, "Baci Perugina", galletería surtida y bizcochos toscanos. Dimos unas vueltas por la ciudad y nos regresamos, por la misma carretera hasta Valencia.
Desde allí seguimos a otro lugar llamado La Mina y finalmente a Pueblo Bello, poblado situado a 150 kilómetros de Barranquilla y a unos 1.100 mts. de altura.
Este corregimiento era muy pequeño; quien sabe cuánto habrá crecido hasta el día de hoy pero en esa fecha el trazado del pueblo era muy elemental y sencillo: sobre un gran altiplano ubicaron una larguísima calle flanqueada por casas distantes unas de otras, calle que entre otras cosas hacía las veces de pista de aterrizaje y decolaje para avionetas "Cessna".
A nuestro arribo nos debíamos repartir entre dos casas, una pertenecía a la familia Puccini y la otra a la familia de Jaime Maffiol.
Surgió entonces un problema de logística: los que habíamos acabado de llegar éramos como una veintena de personas y - como era obvio - no había cama para tanta gente.
Después de instalar adecuadamente a los niños y a las señoras se analizó la única opción posible para los señores que quedamos sin un lugar para dormir. Esta consistía en ir a hablar y alquilar una habitación para pernoctar en una casa de prostitutas situada en las afueras del pueblo. El encargado de negociar con la "Madame" que administraba el burdel fue Jaime Maffiol y con él, Dante Russo y yo.
Fue así como nos tocó irnos a dormir todas las noches a ese movimentado y animado inframundo.

(Continuará)

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