Crónicas de la práctica de la antropofagia en tiempos de la Conquista de América: Fray Indigesto de Salmuera (Parte final)

Investigando algunos de estos episodios acerca de la antropofagia en tiempos de la conquista de América, encontré uno que llamo mi atención por lo inesperado e insólito de su desenlace.
La etapa de los descubrimientos y de la conquista ya estaba bastante avanzada: cada expedición programada a las tierras del Nuevo Mundo debía acercarse a las poblaciones de las costas para solicitarles su colaboración esperando su apoyo en el abastecimiento de agua fresca, leña y comida cuando le empezaban a escasear las provisiones.
Resulta que una de esas carabelas, afanada por conseguir ayuda, recaló en las playas de la isla de Dominica habitada por los belicosos indígenas caribes; sus reservas de agua se habían agotado y era necesario bajar a tierra para solicitar una cierta cantidad del precioso líquido.
Cuando el capitán preguntó a la tripulación quien se ofrecía como voluntario para negociar con los indígenas la ayuda esperada, solo respondió un religioso franciscano que acompañaba a la expedición. Aprovechó la ocasión para recordarle al capitán que la principal misión encomendada a su cargo era la catequización de los pobladores paganos que encontrara en su viaje.
El voluntario, que tenía un curioso nombre, pues se llamaba fray Indigesto de Salmuera, era un robusto sacerdote español, provisto de una larga cabellera y con el rostro enmarcado por una densa barba; le
pidió al comandante de la carabela que le acercaran la barca, pues tenía plena confianza que, al estar provisto de una cruz y un rosario, tenía asegurado el éxito de su intermediación.

En la playa, la agitación de la tribu era total: el cacique, que lucía en su cabeza un vistoso adorno lleno de plumas, con voz impositiva, daba indicaciones a sus subditos, a medida que el fraile se aproximaba. La algarabia se generalizó cuando el religioso puso sus pies sobre la tierra.
El confiado franciscano no había terminado de anunciar el motivo de su visita cuando toda la muchedumbre se le abalanzó. Lo apalearon sin contemplación alguna hasta matarlo, lo cortaron en pequeños trozos y lo asaron en un gran fogón que ya habían dispuesto para la ocasión. Despues se lo comieron.
El banquete duró toda la tarde hasta bien entrada la noche, según lo narra el escritor y navegante Mauricio Obregón en su libro "Colón en el mar de los caribes" de Tercer Mundo Editores, publicado en julio de 1993.

Al día siguiente, en la aldea caribe, no se oía otra cosa que los lamentos de los indígenas que se retorcian en el suelo víctimas de fuertes dolores estomacales y de una incontenible diarrea.
El hecho de haberse comido a fray Indigesto había ocasionado que toda la tribu sufriera de una grave intoxicación. Les cayó tan mal ese menu de carne humana, pelos y barba que juraron que nunca más consumirian a un cristiano vestido con hábito de color marrón y con una tonsura en la coronilla de su cabeza.
La noticia se esparció con la velocidad de un rayo a través de todo ese arco de islas e islotes que conformaban las Antillas Mayores y Menores.
No había que correr riesgos que amenazaran de esta manera a la poblacion indígena: ¡tenían que estar atentos y vigilar quien venía a negociar la escasez de provisiones!

Desde entonces, cuando una nave se quedaba sin agua y sin leña, el capitán revisaba cuidadosamente a sus tripulantes y si no venía a bordo ningún franciscano, ordenaba tomar al más robusto de sus marineros: lo vestían con una túnica marrón, lo tonsuraban y como toque final, le amarraban en la cintura un cordón de cuero negro para enviarlo luego a negociar con estos belicosos y agresivos caribes.

Si se cumplían todos estos requisitos entonces podían entregar al
"fraile negociador" el certificado de garantía de su regreso sano y
salvo...


Imagen de caníbales en Brasil tomada de Wikipedia.

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