Mi amigo Gianco Macchi (Primera parte)

Si el arquitecto Giancarlo Macchi Benigni (q.e.p.d.) estuviera vivo le estaríamos celebrando sus ochenta años de nacido pues vio la primera luz de este mundo el 19 de mayo de 1940 en la ciudad de Monza (Italia). Era el menor de dos hijos que tuvieron los esposos Giorgio Macchi, técnico textil y la dama toscana Clorinda Benigni. Su hermana mayor Giovanna regresó a Italia y se casó con el político Fernando Uslenghi.
Giancarlo contrajo matrimonio en 1965 con la también arquitecta de orígen guajiro Regina Jánica con quien tuvo tres hijos: Giancarlo, Gianpaolo y Caterina Macchi Jánica.

En la casa de mis padres, en Barranquilla, Gianco, como cariñosamente lo llamábamos, era un habitual invitado a almorzar semanalmente puesto que tenía un pequeño problema de logística y movilidad que se le presentaba cuando cursava sus estudios en la facultad de Arquitectura de la Universidad del Atlántico donde también yo estudiaba  Ingeniería Química.
El había llegado a la ciudad en 1949, cuando apenas había cumplido sus nueve años de edad y le tocó vivir en los terrenos de la Fábrica de Textiles Marysol hasta 1958, empresa ubicada en la Via 40 entre las calles 70 y 74. 
Su padre, Giorgio, fue transferido a Filipinas en el año 1957 cuando entró a trabajar en otra fábrica de tejidos de pertenencia de un inversionista filipino de apellido Araneta radicado en Manila.
Para no interrumpir sus estudios universitarios Giancarlo se vio obligado a vivir en Barranquilla hasta que se graduó en 1963. La fábrica Marysol quedaba muy lejos de la universidad asi que cada miércoles era un invitado más a almorzar donde los Violi pues las clases se reanudaban otra vez a las dos de la tarde.
A la hora de la sobremesa y siendo Gianco un experto en los temas relacionados con el mundo de los textiles, él y yo hablábamos expresando nuestro gran pesar de ver cómo un grupo de empresarios antioqueños había logrado arrebatarle a Barranquilla  su liderazgo en la industria textil nacional, pues en un período de veinte años, entre 1930 y 1950, lograron acabar con la presencia en la ciudad de más de siete empresas textileras de gran prestigio y productividad.
Todo esto lo hicieron ante una actitud negligente de la clase política e industrial barranquillera que se encogieron de hombros con indiferencia frente a esta maniobra empresarial ejecutada hábilmente por los emprendedores paisas.
Hace trece años Giancarlo se animó a escribir una amena  y detallada crónica sobre sus recuerdos de cómo transcurrieron esos diez años (1949-1958) vividos en las amplias instalaciones de la Fábrica Marysol. Tuvo la gentileza de enviármela a Bogotá y hoy, con mucho placer, quiero compartirla con los lectores de este blog.
Su lectura, estoy seguro, les resultará muy interesante y enriquecedora.
Continuará...
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