El robo de un invento: Meucci Vs. Bell (Parte 3: Estados Unidos)


 

Clifton (Estados Unidos)

Meucci y su esposa se establecieron en Clifton (Staten Island) lugar en donde vivieron el resto de sus vidas.

Clifton es una poblacion ubicada a 10 km del distrito de Manhattan, en el centro de la ciudad de Nueva York.

En su nuevo hogar Meucci fue siempre respetado y tratado como un destacado miembro de la comunidad italiana de Nueva York; allí, en su residencia, se dedicó a la fabricación de velas.

Bajo ese techo se le daba acogida a cualquier italiano que necesitara ayuda; el patriota Giuseppe Garibaldi estuvo alojado unos dias en la casa de  Meucci.

Fue en ese lugar, en que, después de incontables intentos, logró la invención de un aparato de intercomunicación en el año 1854 al que bautizó con el nombre de "teletrófono" que posteriormente cambió por el de "teléfono".

Construyó el aparato con el fin de conectar su oficina, que estaba ubicada en la planta baja de su casa, con su dormitorio, en el segundo piso, donde permanecía su esposa, postrada por los dolores que le causaba su artritis reumatoidea.


 

En 1860, Meucci hizo una demostración de su invento la que fue exitosamente publicada por la prensa italiana de Nueva York, noticia que fue ampliamente difundida por otros periódicos de la ciudad.

Apareció un tal sr. Bandelari, quien le manifestó su interes en el invento; convenció a Meucci para que le entregara una copia  del prototipo y la documentación pertinente para producirlo en Italia pero no se volvió a saber nada de este señor.

Meucci era consciente de que alguien podía robarle la patente pero no disponia de los medios económicos para registrar su invento; el costo oficial de esta patente  era de US$ 250, que no los tenía, así que tuvo que conformarse con un tramite preliminar de presentación llamado "caveat" que consistía en denunciar un aviso de su invento, lo que realizó tres veces, en 1871, 1872 y 1873; esta renovación le costaba US$ 10 cada vez, hasta que llegó el momento en que no pudo hacerla mas.

Su esposa, Maria Matilda, desesperada, se vio obligada a vender el invento de su marido a un prestamista por la suma de seis dólares. Como el asunto era de evidente importancia porque permitía explotarlo en el futuro con un éxito asegurado, en corto tiempo, ella volvió a la casa de empeño para recuperar su prototipo y la documentacion técnica de soporte. El prestamista le respondió que ya los había vendido a un hombre joven a quien no pudo identificar. 

La casa de empeño estaba situada muy cerca de la Oficina de Registro de Patentes en Nueva York; allí, en esa calle, el inventor escocés, Alexander Graham Bell ubicaba a un agente suyo, de toda confianza, para interceptar a cualquier sujeto que se acercara a dicha Oficina con el fin de renovar una patente de invención o de registrar alguna nueva idea, para ofrecerle una suma irrisoria por aquellos inventos en los cuales él estaba interesado.

Meucci se esforzó en demostrar el potencial de su invento y para ello consiguió llamar la atención de un empresario llamado Edward B. Grant, alto ejecutivo de una filial de la Western Union Telegraph Co. a quien Meucci le entregó los detalles de la fabricación del "teletrófono. Fue así como el señor Grant mantuvo engañado al inventor pues cada vez que se intentaba de hacer una demostración pública, el evento se cancelaba con la excusa  de que no se había podido programar porque había surgido algún contratiempo. Pasados dos años, Meucci se cansó de esta deshonesta actitud y pidió que le devolvieran su material a lo que le contestaron que se habia perdido.

Pero ya el invento estaba en las manos de Alexander Graham Bell. El italiano fue una de las víctimas del despreciable proceder de este comprador de la pobreza humana; allí, en esa calle, donde funcionaba la Oficina de Patentes, adquirió los derechos de uso del invento porque Meucci no tenía los diez dólares que tenía que pagar por su renovación.

Antonio Meucci falleció pobre y amargado el 18 de octubre de 1889 y jamás alcanzó a gozar de la gloria y el reconocimiento de su talento. 

(Continuará)

 









Entradas más populares de este blog

La muerte de papa Inocencio VIII y los misterios de su tumba

Los cuatro viajes de Cristóbal Colón y su fallecimiento

El final de dos barcos durante la segunda guerra mundial: Virgilio y Sesostris